“No te pongas triste, todo saldrá bien”. Eso decían, si. Tan
fácil es pronunciar siete palabras y hacer como que has apoyado a alguien. ¿La
acción del buen día? Perfecto. El problema es que esa persona a la que “apoyas”
no esta lo suficientemente bien como para refugiarse en simples palabras.
Me llamo Alicia. Tengo quince años, y según me han dicho, soy
mentalmente inestable. Já, nada nuevo. Mi vida no es gran cosa, nunca lo ha
sido y nunca lo será, pero hay algo destacable, la razón por la que me volví
así. Siempre fui la típica niña “gordita” a la que todo el mundo atacaba. A los
ocho años eso era aguantable, ya que con un “¿Te has mirado en el espejo?” me
bastaba. Poco a poco, las personas que creía mis amigos se iban distanciando. Y
al entrar al instituto esto empeoró. Me vi sola, completamente SOLA. Porque
claro, nadie quiere estar con la rarita. A mi eso me daba igual, ya que yo
tenía a mis amigos fuera del instituto. Fui aguantándolo poco a poco. Dos años
más. El verano de mis catorce fue bastante bueno. Me alejé de casa, del
instituto y de esas cosas a las que la gente llama “personas”, marche a
Alicante. Era feliz, hasta el momento en que la persona de la que menos me
esperaba nada malo, me dio una puñalada trapera. Marcos. El era mi mejor amigo,
aunque yo sentía algo más que amistad por él, nunca se lo dije. A mediados de julio
me pidió salir. Claro, yo tan inocente, tan enamorada de el, cedí. Todo era
color de rosa hasta que el día en que le vi besándose con otra chica que no era
yo, justo dos días antes de volvernos a Madrid. Genial. El dolor era tan
profundo que no me salían lágrimas. Plantada en la estación. Se me paró el
corazón y de repente noté una fuerte agonía en el pecho, me fallaban las
piernas y mi felicidad se iba apagando por segundos. Y después de eso vinieron
las lágrimas. Tantas que no sabía si iba a parar algún día. Total, llegué a
casa y me preguntaron que que me pasaba, y yo pronuncié mi primer “Nada.”
Falso. Me subí al cuarto, con la música a todo volumen, y a llorar. Toda la
noche. Me sentía rara, porque era mi primera experiencia en ese sentido. Estuve
como dos semanas sin apenas ganas de comer, sin ganas de moverme, sin ganas de
respirar. Encerrada en mi cuarto, en esa esquina en la que no se me veía, escondida.
Era como mi pequeño refugio. Pasaron los meses y me prometí a mi misma no
volver a confiar en ningún chico. Tras Marcos.
Septiembre. Hojas caer. Principio de curso. Lo tomé como una
oportunidad para empezar de cero, ya que nadie me reconocía. Había cambiado
completamente. Tanto físicamente como psicológicamente. Adelgacé bastante,
aunque no demasiado. Mi pelo era teñido y tenía colores fantasía en el pelo.
Vestía de oscuro y bastante extravagante. Dejé de lado toda la música y me
centré en el Rock y en el Metal. Y descubrí el anime. Dibujos japoneses. Me
veía a mi misma más sádica, más dependiente. No necesitaba nada ni nadie. Pero,
¿Empezar de cero? No. Ahí empezó lo peor. Me volvían a acosar tras meses
estando tranquila. Pero en ese caso se metían con mi físico, atacaban donde
sabían que dolía, y no recuerdo el momento exacto en el que empecé a comer cada
vez menos y menos, hasta llegar al punto de que me bajaba el azúcar y la
tensión, me mareaba. Pero ante todo no comía. ¿Para qué? Eso solo servía para
engordar. Me miraba al espejo y me pesaba cada día, derrochaba lágrimas hasta
el día en que necesitaba soltar toda esa rabia acumulada hacia mi misma, ese
odio. Miré por mi cuarto, lo primero que encontré: Un sacapuntas. Mi mente
sádica y depresiva me hizo buscar un destornillador, y pocos minutos después me
veía tranquila, aun llorando, pero sin rabia en el cuerpo. Mi cuerpo goteaba
sangre. Mis muñecas dolían, mis piernas también, mi abdomen no se libraba…pero
me sentía desahogada. Hice lo que nunca me imaginé haciendo: Me había cortado
toda parte de mi cuerpo que odiaba. Poco a poco fui desarrollando una especie
de necesidad de sentir ese dolor, ese calor en mi cuerpo, ese escozor en las
heridas. Nadie sabía nada, porque yo no era la típica chica que se
autolesionaba y ponía fotos en las redes sociales para ver como la gente le
decía que no hiciese eso. Yo me lo guardaba, como era obvio. Mi mente fue
volviéndose más depresiva, cada vez más. Aguantando insultos, día tras día,
hora tras hora, cada minuto en mi cabeza se oía la palabra “GORDA”. Nunca me
quejé, ya que estaba de acuerdo con eso, y aunque me dijeran que no, yo lo
sentía. Y así fueron pasando los meses. Yo cada vez con menos ganas de vivir,
de levantarme cada día, llorando cada noche pensando en lo idiota que era, lo
inútil que me sentía. Ya no sonreía, ya no quería hacer nada. No tenía ganas de
salir. No tenía amigos, me sentía atacada por todos. Cada vez iba adelgazando
más y mas.
Abril. Semana Santa, yo ya perdí mi esperanza en mi vida.
Sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Cogí bolígrafo y papel y escribí
estas palabras:
“GRACIAS PAPÁ, GRACIAS MAMÁ, GRACIAS POR HABERME DADO LA VIDA
PERO YA NO PUEDO MÁS. SE ME HAN ACABADO LAS FUERZAS PARA VIVIR. LO SIENTO. OS
QUIERO MUCHÍSIMO.
ALICIA.”
Me senté en el suelo de mi cuarto, cogí la misma cuchilla del
sacapuntas con el que me corté el primer día y empecé a rajar mi brazo. Pero
esta vez no era horizontalmente. Me cansé. Rajé verticalmente. Lloraba. Me
desangraba pero seguía adelante. Dolor, rabia, sufrimiento. Eso se iba a
acabar, llegué al final del antebrazo y solté la cuchilla. Me desplomé. Me iba
desvaneciendo poco a poco. Perdí el conocimiento. Fallecí. Podía oír como mi
madre lloraba, mi padre maldecía todo lo maldecible, y rabioso, golpeaba la
pared. Puedo decir que mi muerte fue causada por la sociedad, más intoxicada
que nunca. Personas que hacen daño y no saben las consecuencias. Y así acabé.
Anoréxica, depresiva, y suicida. Fui una de las muchas personas que sufrieron
eso. Y no seré la última, desgraciadamente.
La sociedad está intoxicada, y cada vez más. Es una pena, pero
nunca tuve fe en la humanidad. Los denominaba monstruos. Lo que son. Me llamo
Alicia, y esta es la historia de mis últimos momentos invadidos por el peor
asesino existente: La sociedad."
Itta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario